El origen de estos dos tipos de envases, tanto las latas de conserva como los frascos utilizados para las mismas, aunque puedan parecer un invento moderno, se remontan a principios del siglo XIX y los métodos de conservación se inventaron en esa época y se mejoraron en pocos años en parte gracias a Louis Pasteur, que da nombre al proceso de pasteurización.

Poco después de su creación, al menos las latas, en origen cilindros de hierro recubiertos de hojalata, llegaron al País Vasco, y gozaron de gran éxito debido a su ligereza, su consistencia y su seguridad para con los alimentos almacenados.

Pero tras esta pequeña introducción a su historia, vamos con las diferencias y los porqués de ambos tipos de envase. Para comenzar hay que decir que el proceso de elaboración artesanal y de conservación de los diferentes alimentos, en nuestro caso pescados como el bonito, la caballa y las anchoas es el mismo para ambos casos, pero cada envase tiene sus particularidades.

Por un lado las latas permiten un uso de un tipo maquinaria de envasado y de tratamiento más eficaz y aunque siempre ponemos el mayor esmero adecuando el producto a los envases, las latas no requieren tanto cuidado estético como los frascos, ya que estos últimos al ser transparentes han de ofrecer un aspecto perfecto en todo momento, es por ello que nuestras trabajadoras le ponen especial cuidado al corte de las diferentes piezas y su introducción en los envases.

Directamente relacionado con el aspecto, las latas tienen la ventaja de proteger completamente el contenido, de manera que la luz no incide sobre él y no puede causarle ningún daño. Por contra los frascos tienen la ventaja de poder ver su contenido, haciendo los alimentos más apetecibles. Normalmente recomendamos guardar los frascos en sitios frescos y oscuros precisamente para que la luz directa como pueda ser la del sol no incida sobre ellos.

Las latas de conservas resultan más cómodas de almacenar o de amontonar en expositores, y en nuestras casas también son más fáciles de guardar, pero una vez abiertas su conservación, siempre dentro del tiempo de consumo recomendado tras su apertura, es más difícil que con los frascos que al tener una tapa a rosca siempre es más fácil abrir y cerrarlos las veces que necesitemos.

A la hora de transportar nuestras conservas, las latas cuentan con la ventaja de que son más resistentes y fáciles de llevar, por ejemplo en el caso de las latas pequeñas, resultan ideales para llevárselas como aperitivo en alguna excursión.

Como recomendación para ambos casos, las conservas en lata y las conservas en frasco, desde Nardín recomendamos guardar las conservas en lugares frescos y donde no les de la luz, y en el caso de las semiconservas, conservarlas en frío.

Finalmente, os pedimos que una vez degustadas nuestras conservas y vayais a desechar los envases, recordeis, las latas al contenedor amarillo, y los frascos al contendor del vidrio.

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