Como decimos, la Astenia primaveral suele definirse como una sensación transitoria que varía entre personas, hay gente a quien le afecta más y hay quien no lo nota en absoluto. Aunque no parece tener una causa física concreta definida, su aparición sí que puede verse directamente relacionada con la llegada de la primavera, causando una sensación de cansancio físico y mental, sobre todo si en las primeras semanas de la estación abunda el calor y ocurren cambios significativos en la presión atmosférica. 

Entre los “síntomas” que se pueden observar están: cansancio y somnolencia durante el día, falta de energía, dolores de cabeza, alteraciones del sueño, ansiedad, pérdida de apetito y dificultad para concentrarse, entre otros síntomas más leves.

Como decimos, aunque no hay una causa concreta, se podría decir que las condiciones que se dan con el paso del invierno a la primavera son las causantes de la aparición de esta dolencia que puede afectar a cerca de la mitad de la población en mayor o menor medida. Entre los factores ambientales causantes, encontramos: El cambio de tiempo, temperaturas más elevadas y cambios en la presión atmosférica, aumento de las horas de luz, el cambio de hora que suele ocurrir al comienzo de primavera, y debido a los efectos anteriores, los hábitos que cambiamos para aprovechar precisamente los factores anteriores.

Como decimos, todos estos cambios afectan en mayor o menor medida al organismo que tiene que adaptarse a ellos, y necesita un tiempo de transición en el que tanto cuerpo como mente se adaptan y los ritmos biológicos (y los ritmos circadianos, de los que os hablaremos) se adecuan a las nuevas circunstancias de la estación. La buena noticia es que como seres que nos adaptamos a diversas situaciones, en solo dos o tres semanas el cuerpo es capaz de adaptarse y recuperar su normal funcionamiento, aunque a veces cuesta algo más si se sufren otros tipos de dolencias que la primavera puede afectar más, como alergias al polen, asma o similares.

Dicha adaptación se lleva a cabo de manera natural, pero siempre podemos ayudar a nuestro organismo cuidando especialmente la alimentación, manteniendo una rutina de ejercicio, aunque sea moderado, manteniendo una hidratación correcta y por supuesto un descanso adecuado.

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