En su momento, cuando os hablamos sobre los alérgenos en los alimentos, mencionamos de pasada la lactosa, hoy queremos centrarnos y explicaros un poco más en qué consiste la intolerancia a la lactosa.

La lactosa es un disacárido formado por una molécula de glucosa y otra de galactosa, o dicho de una manera más común, podríamos decir que es el azúcar de la leche, ya que está presente en la leche de las hembras de muchos mamíferos. Por lo tanto, también puede estar presente en muchos alimentos preparados, sean directamente derivados lácteos o productos que contengan lactosa.

El cuerpo humano, para poder digerir dicha lactosa, necesita de unas enzimas llamadas lactasas, que se producen en el intestino delgado y son las responsables de separar la lactosa en sus componentes y poder así digerirla. El problema viene cuando el organismo no es capaz de generar la cantidad de enzimas de lactasa suficiente, ya que en esos casos, el cuerpo no es capaz de digerir la lactosa y es cuando se genera la intolerancia a la lactosa.

La intolerancia a la lactosa puede aparecer en diferentes momentos a lo largo de la vida, en algunos casos puede estar presente desde el nacimiento, puede desarrollarse durante la infancia al introducir en la dieta la leche animal e incluso desarrollarse “sin motivo aparente” durante la edad adulta. En cuanto a qué tipo de personas pueden padecer intolerancia, no hay un criterio establecido, pero sí que parece que en aquellos lugares donde se consume más leche animal, hay menos tendencia a que se desarrolle, pero en cualquier caso, gran parte de la población mundial adulta tiene cierto déficit de lactasa, por lo que no terminan de tolerar bien la leche. Como excepción se encuentran las poblaciones del norte y centro de Europa.

Las personas intolerantes a la lactosa, desarrollan algunos síntomas tras el consumo de productos con lactosa, que son principalmente afecciones gastrointestinales como: gases y flatulencias, diarrea, vómitos y malestar estomacal entre otros. Ante esto, las personas intolerantes a la lactosa, suelen optar por suprimirla de su alimentación diaria, o al menos disminuirla, ya que no a todas las personas afecta por igual. Por ejemplo, los productos lácteos en modo de yogur o queso tienen una cantidad de lactosa menor, o si dichos alimentos se toman durante las comidas y no aislados, pueden tolerarse de mejor manera. También existen pastillas que contienen lactasa que los intolerantes pueden consumir antes de los alimentos que puedan contener lactosa logrando así digerir dichos alimentos.

Aún y todo, normalmente se suele tomar la decisión de eliminar por completo los alimentos con lactosa de la dieta, y ya que esto puede desencadenar una disminución del consumo de calcio, muy necesario para el organismo, es importante en esos casos tomar algunos otros alimentos que lo proporcionen como por ejemplo: leche sin lactosa, leches vegetales, frutos secos y legumbres o algunos pescados.

Entre los alimentos a evitar en caso de sufrir de intolerancia a la lactosa, encontramos los siguientes:

  • Leche, en cualquier formato, sea entera, desnatada, en polvo.. a no ser que específicamente se trate de “leche sin lactosa”.
  • Postres lácteos o que contengan natas y cremas elaboradas a partir de leche.
  • Quesos no curados.
  • Mantequilla y alimentos que usen mantequilla para su elaboración.
  • Todos los alimentos elaborados que contengan algún lácteo o derivado lácteo en su composición, como helados, purés, batidos, chocolate con leche…

Como véis, se trata de una afección que aún estando muy extendida quizá no se conozca en profundidad, así que si al tomar productos lácteos notáis molestias o incomodidades o alguno de los síntomas arriba mencionados, antes de poneros en lo peor y eliminar drásticamente ciertos alimentos de vuestra dieta, os recomendamos como siempre que acudáis a un profesional de la salud, ya que será quien mejor pueda aconsejaros.

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